mayo 15, 2006

LA ARQUITECTURA ISLÁMICA Y SU INFLUENCIA EN AMÉRICA LATINA.

1. Introducción.

Muchas veces el arte y la arquitectura islámica han sido objeto de investigaciones que han pretendido develar su alcance e influencia abarcando toda su larga historia y su maravillosa y variada producción. No menores son los estudios que han caído, consciente o inconscientemente, en el afán de desvirtuar los resultados de sus investigaciones, producto de la lente deformante de las Cruzadas y del dogmatismo religioso a través del cual ha sido presenciado, desde occidente, el fenómeno del Islam, con el objeto de desconocer su influencia, asumiendo algunas manifestaciones, el carácter de engendros espontáneos sin influencias reconocidas.

Sin embargo, es menester destacar que este fenómeno tan lejano, que para algunos historiadores fue una brutal invasión que desgarró a occidente arrasando con todo lo que en el existía, fue para otros una influencia que dio a oriente y a occidente su mejor época de convivencia pacífica y florecimiento artístico y literario.

Ahora bien, América Latina recibió los influjos del Islam precisamente de quienes pretendían hacerlo desaparecer de su propia historia luego de siglos de absoluto predominio filosófico sobre sus propias vidas cotidianas, y por lo mismo pretendió negarse a aceptar su procedencia, dando muestras, una vez más, de la incomprensión profunda de la discusión filosófica que se escondía tras las construcciones materiales que no eran más que el fiel reflejo de construcciones filosóficas que gozaron de mayor autoridad durante varios siglos, sin necesidad del recurso a la violencia.

El presente trabajo pretende ayudar a develar esta discusión filosófica, como puerta de entrada a una discusión más honesta acerca de los resultados que en los suelos del Nuevo Mundo fueron fruto de una de las más fértiles fusiones de espíritus nobles que buscando enaltecer al Dios Único generaron uno de los estilos más importantes del arte y la arquitectura islámica y de la arquitectura hispanoamericana, el Mudéjar. No pretendo, por tanto, constituirme en un catastro de obras, sino más bien entregar algunos elementos filosóficos que permitan encontrar con ojos más abiertos aquellas influencias cuya negación solo pueden significar un alejamiento a nuestras propias raíces traicionando nuestra propia identidad.

Por lo mismo pretendo poner énfasis en cómo la filosofía del Islam ha modelado las construcciones y el paisaje urbano de numerosas regiones de tan diversas culturas y tradiciones, tanto artísticas como técnicas; entregar al oyente los elementos necesarios para acercarse desprejuiciadamente, no a las obras de arte ni de arquitectura, sino más bien a la causa última de esa introversión esencial que existe en el espacio islámico y que ha quedado de manifiesto en numerosos trabajos que pretendiendo limitar los alcances del Islam, nunca incorporaron en ellos a la arquitectura colonial latinoamericana.
La intención es demostrar que para analizar la influencia islámica no es lo más importante reconocer las formas que pueden o no repetirse de un lugar a otro, sino más bien, el cómo todo el eclecticismo islámico fue capaz de entregar una unidad estética formal que trascendió todas las fronteras de las distintas culturas que el Islam fusionó; cómo fue capaz de dar respuestas semejantes en lugares tan distantes geográfica y culturalmente; cómo fue capaz de partir desde un vacío arquitectónico casi perfecto hasta entregar a la humanidad una de las mejores muestras de tolerancia, integración y respeto por todas las culturas unificándolas en un producto de una unidad estética formal tan profunda sin la necesidad de destruir o desechar nada de lo valioso que existiera en las distintas culturas que el Islam unificó en su camino de resituar al Dios Único en su lugar.

2. Contexto histórico filosófico.

Hablar de filosofía islámica no resulta fácil si tomamos en cuenta que su ley no se compone solamente de un credo religioso, sino más bien de una filosofía de vida que compromete al individuo en todos los ámbitos de su vida cotidiana. El Islam o "sumisión a Dios", la última de las religiones reveladas, es una religión absolutamente monoteísta, cuya ley, entregada por Dios a Muhammad, el "enviado de Dios" o el "sello de los profetas", recopilada en el Corán, que quiere decir "recitación, considerado como no creado y atribuido a Dios, y en los Hadith, que son los dichos y hechos más importantes del Profeta, puede resumirse en la fórmula de su profesión de fe o Shahada:

"No hay más Dios que Allah y Muhammad es el enviado de Allah."

El Islam, al igual que el Cristianismo, rechaza la estructura de castas de la civilización hasta entonces tradicional, basada en la consanguinidad. Para él, el siervo y el amo, el ignorante y el sabio, son idénticos ante Dios y ante la Ley, por lo que se comprende que las masas populares hayan encontrado en el Islam una conquista de liberación en todo el sentido de la palabra. Posee un carácter simplista, con marcadas tendencias antimetafísicas, robustamente éticas, voluntaristas y socialmente igualitarias, por lo que en el momento de su aparición en escena se presenta como un elemento modernizador y democrático.

No pretende presentarse como una religión nueva, sino más bien pretende reformar la religión única del Dios Único, librando batallas éticas y morales en contra de quienes, conociendo la verdad, han optado por ocultarla para sacar beneficios de ella.

Así combate filosóficamente al Judaísmo por su enclaustramiento que ha limitado el acceso del resto del mundo al Dios Único, y por ende, Universal, exaltando y monopolizando los privilegios de su conocimiento detrás de la fórmula inaceptable del Pueblo Elegido. Del mismo modo combate al Cristianismo que, consciente de la unicidad de Dios pretenden manipularla con elementos que confunden a los que son prisioneros de la ignorancia y en búsqueda de justificar el abuso de poder confunden a Dios con el hombre y al hombre con Dios, en la Santísima Trinidad. Del mismo modo combate la supuesta separación entre el Reino de Dios y el reino de los hombres, postergando la felicidad de los hombres hasta después de la muerte.

De aquí que la respuesta a la interrogante planteada en la introducción se encuentra en la primera batalla moral que el Islam asume como propia en contra de quienes, conociendo al principio creador, al Dios Único e Infinito, han profanado su nombre con desviaciones tales como la Santísima Trinidad, o con afirmaciones de privilegios otorgados por Dios para convertir a algunos hombres en algo más que hombres y a otros en algo menos que hombres.

De esta batalla moral es que emana la tolerancia religiosa y la universalidad del Dios Único, en contra del enclaustramiento de los judíos que han traicionado su misión en la tierra. De esta batalla moral es que nace la crítica a la separación de los actos de fe con los de la vida cotidiana en el desapego al mundo que promueve el Cristianismo. De esta batalla moral nace la coherencia cabal del concepto de la unicidad de Dios. Y de la síntesis de las tres, la batalla más importante, la que se lleva a cabo, dentro de los principios de la igualdad, contra los inconsecuentes que pretenden limitar el ámbito de lo divino a parcialidades que no dan cuenta de la dimensión real de Dios.

La unicidad de Dios que rige el universo y que conduce a los hombres según su voluntad presenta la imagen de un Dios que no solo ha creado el Mundo como en la tradición judeo-cristiana, sino que continúa creando todo cuanto se mueve y vive en el Universo. Él es el principio de toda vida, abarca y conoce todas las cosas, no ha engendrado ni puede ser engendrado, no tiene límites ni comparte Su poder con hombre alguno en la tierra. De esta convicción nacen los llamados furibundos a la gente del libro (Judíos y Cristianos) para que renuncien a revestir la verdad de mentira que es por ellos conocida. De aquí la convicción acerca de la necesidad de generar una actitud globalizante que comprometiera de manera coherente y consecuente al ser humano, en todos los ámbitos de la vida cotidiana, detrás de los principios de los que sólo Dios puede ser portador y por lo tanto, de aquellos que el hombre debe diferenciarse. Dios es Uno, Único e Infinito.

3. El Islam en el Arte y la Arquitectura.

De aquí que el principio fundamental de la metafísica del Islam es que sólo Dios es Inmutable y Eterno; que el tiempo no es sino la sucesión de unos instantes no unidos entre sí y además reversible; todo es mudable e inestable, transitorio y accidental, las formas son irreales, no existen de por sí actos creadores del Dios Único incorpóreo, no localizable y Omnipotente.

A partir de este principio es que se afirma cada vez con más fuerza, a medida que la experiencia le fue dando al arte y a la arquitectura islámica la madurez que derivara en una actitud intelectual absolutamente consistente, la renuncia al arte imitador de la naturaleza, por considerarlo un acto blasfemo y ofensivo a Dios. Con el transcurrir del tiempo, a medida que la tradición se fue convirtiendo en ortodoxia, incluso se llegó, en los siglos correspondientes al Islam clásico, a condenar el uso de la figura humana y de la animal, así como las alusiones a los elementos de la naturaleza.

De aquí que sea necesaria conocer las características de la creación divina para develar, a partir de ésta, las características que puede tener la creación humana. Frente a la unicidad y la diversidad se oponen la repetición y la simetría. Frente a la inexistencia de entidades ideales en la naturaleza, se opone el uso de la geometría simple y pura; frente al infinito se opone la introversión espacial, el carácter fragmentario del espacio y una concepción finita y acotada del mismo. Frente al vacío y su relación con el infinito, la ciudad se construye desde el lleno, representado en la manzana, el uso de líneas suaves y la austeridad de los espacios públicos completarán el cuidado que el Islam pone por la igualdad ante Dios de todos los hombres.

Todo esto va creando un arte abstracto y alusivo. Las formas naturales son estilizadas y llevadas a formas y enlaces geométricos, por lo que en el arte islámico se desarrolla, hasta jugar un papel fundamental, el arabesco, reducción abstracta de formas vegetales, de enlaces geométricos y de caligrafía, esta última considerada en el Islam como el arte por excelencia, por ser la escritura el vehículo a través del cual Dios entrega su palabra a los hombres, a través de Muhammad.

Existen una serie de alusiones fragmentarias que comparan lo transitorio de la vida terrena con respecto al infinito, alusiones a lo mudable comparado con la eternidad. La sucesión de espacios totales en sí, como partes que integran un todo, que sin embargo, no es posible percibir sino desde una posición superior, como cuando se mira una planta. El lugar que el agua, vital para el rito de la ablución o purificación para el rezo que debe realizarse cinco veces al día, ocupa en el patio como eje ordenador del espacio que está siempre preparado para albergar a la comunidad reunida y cohesionada, momento preciso en que se comunica con la divinidad.

De aquí que sea normal asistir a la proliferación incontenible de espacios acotados, rodeados de corredores delimitados por pilares, de volúmenes simétricos flanqueados con torreones o minaretes en algunas o todas sus esquinas. De aquí que nazcan como en la Al-Hambra espacios en los que el agua juegue un rol central como lo juega en rito de la ablución. De aquí que se den con incomprensible exactitud los esquemas que desde España hasta la India y China contribuyen a generar una diversidad de estilos que juntos conforman todo el espectro de la arquitectura islámica.

Cabe destacar que al nacimiento del Islam, en la península existía un vacío arquitectónico casi perfecto, y que el eclecticismo propio de una escuela tolerante lo llevo por el camino de la combinación fascinante de elementos de las más diversas y distantes culturas, que se fueron fundiendo en un producto único y original con una unidad estética formal palpable en toda su larga historia temporal y en el vasto territorio en que su cosmovisión terminó imponiéndose como acertada.

El Islam es una religión eminentemente ciudadana y necesita de la ciudad para llevar a cabo sus programas sociales, religiosos, políticos y económicos. Por lo mismo, promovió una intensa vida urbana y fundó numerosas ciudades. En el aspecto urbano, aunque algunos autores afirman que no se puede hablar de "Ciudad Islámica" debido a su enorme parecido con la ciudad medieval, la ciudad islámica es inmediatamente reconocible y en ella se funden los mismos principios que rigen para la arquitectura en general. No existen en la ciudad islámica clásica la perspectiva ni los puntos de fuga; se construye desde adentro hacia afuera, desde el espacio construido, acotado hasta el exterior que pertenece a lo divino como todo lo que existe sobre la tierra; no existen la interminable continuidad de las grandes avenidas y todas ellas terminan siempre en un plano que obstruye la visión; no existían en la ciudad clásica ni rascacielos ni altos edificios a excepción de los minaretes que enmarcan y definen la ubicación de las mezquitas.

A la mezquita congregacional, monumento islámico por excelencia, se le suman en un corto plazo todos los que conforman la arquitectura del poder temporal, como los palacios, los colegios y las universidades, los baños públicos, los mausoleos y los edificios públicos, que a pesar de la diversidad de sus funciones sociales, son fieles representantes de principios creadores que los inundan hasta definirlos con el sello creador del Dios Único, Infinito, Todopoderoso y Eterno.
4. La Arquitectura Colonial Latinoamericana: Hija Natural de la Arquitectura Islámica de España.

Aunque resulta evidente que no puede hablarse de arquitectura islámica en América, no menos evidente es el hecho de que quienes a ella llegaron venían tremendamente influenciados por lo que habían visto, oído y aprendido en varios siglos de comunión estrecha con la religión de Muhammad y con todas sus consecuencias culturales y sociales. Sin embargo, su necesidad de deshacerse de los influjos de la ocupación, los llevó a adoptar una trama urbana fundacional completamente reñida con el espíritu de la espacialidad urbana, la que fue llenada, sin embargo, con edificios que en nada se diferenciaban de los principios creadores con que el Islam había modelado el paisaje urbano y arquitectónico de todo el mundo antiguo.

Por lo mismo, no se hace difícil encontrar las influencias que plagaron las primeras manifestaciones arquitectónicas de la conquista y la colonia, antes que los influjos de la ilustración hicieran de las suyas en las tierras de América, sin necesidad de recurrir a la imitación formal que por mucho que logre imitar no tiene la capacidad de transmitir en sí y por sí una concepción espacial que es a todas luces reconocible, estén o no esas alusiones formales.

La Hacienda y la Casa Patronal; los conventos y los primeros edificios públicos; con su predominio de la horizontal; con sus patios porticados y su predominio del lleno sobre el vacío; con su introversión esencial y sus líneas claras y simples; con sus patios ordenadores, vacíos o llenos de vegetación y la ubicación de las fuentes que convertían al agua en protagonista de la vida cotidiana; la simetría de las construcciones, los torreones en las esquinas, etc.; todo habla con elocuencia sin igual, de los mismos principios generadores de la arquitectura islámica del Viejo Mundo.

Logran ser parte de la misma unidad estética formal sin necesidad de recurrir al arte mudéjar propiamente tal o a las imitaciones formales que algunos, que no lograron sobreponerse a los irrepetibles aciertos en el manejo de la luz y de la sombra para describir el paraíso coránico que en un comienzo del arte se describiera con la figura vulgar y obvia de las reproducciones pictóricas, no se aburrieran de repetir, en la búsqueda de el manejo sin igual de la luz y de la sombra que hiciera famosa a las mejores piezas del arte y la arquitectura madura de la producción islámica.

Logran ser parte de la misma unidad estética formal sin la necesidad de recurrir a la copia estilística que no representa ni con mucho la verdadera fuerza de la influencia del arte y la arquitectura islámica en paisaje urbano de la ciudad latinoamericana, mayoritariamente baja, con el predominio absoluto en sus calles del lleno sobre el vacío, con la austeridad propia de quien guarda sus mejores sorpresas para la vida íntima que resguarda la armonía de la comunidad en la mezquita o de la familia en la vivienda y la arquitectura civil.

[1] “III jornadas de cultura arabe el-Andalus allende los Andes”. Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile.
[2]Arquitecto y licenciado en Sociología, viviendista y candidato a magister en Urbanismo por la Universidad de Chile.